domingo, 31 de agosto de 2014

Algo de historia

Existen una gran cantidad de máquinas térmicas. Quizás la más conocida sea la heladera que tenemos en casa. En algunos lugares la llaman refrigerador, nevera, conservadora, etc.
Hoy nos rodeamos de aparatos cada vez más sofisticados que forman parte de nuestras vidas cotidianas y no pensamos en su importancia hasta que se descomponen. Imaginemos que hace unas décadas atrás, muchos artefactos no existían, otros eran considerados elementos de lujo y no todas las personas podían acceder a ellos. 
La humanidad logró evitar series enfermedades (muchas de ellas mortales) al conservar sus alimentos, como así también cocinarlos. Para ello necesitó dominar ciertas técnicas y perfeccionarlas lentamente.
Muchos afirman que fueron los chinos quienes desarrollaron el sistema de conservación de alimentos, hace miles de años, mediante el uso de cuevas donde en invierno guardaban grandes cantidades de hielo y cubrían con paja y pasto para luego ser utilizado en épocas más calurosas.
Los Egipcios guardaban líquidos en vasijas porosas que luego cubrían con paja durante la noche, bajo ciertas circunstancias de clima favorables, lograban que se produzca una evaporación a través de las paredes de esas vasijas de barro y así bajar la temperatura de su contenido.
En el siglo XIX, a medida que se perfeccionaban los medios de transporte, se acarreaban toneladas de hielo en grandes barcos y se distribuían por todo el mundo, este hielo se colocaba en grandes armarios, donde las familias podían acceder por una suma de dinero, a pequeños cubiles donde guardaban sus alimentos.

En 1553 un médico español, aposentado en Roma, Blas Villafranca se ocupaba, en su libro, editado en Romaollamadp "Methodes refrigerandi ex vocato sale nitro vinum aquamque ac potus quodvis aliud genus, cui accedaent varia naturalium rerum problemata, non minus jucunda lectu, quam necesaria cognitu", del enfriamiento del agua y el vino por medio de mezclas refrigerantes, nombrando por primera vez la palabra refrigerar en el sentido de lograr y mantener una temperatura inferior a la del ambiente. En 1607 se descubrió que podía utilizarse una mezcla de agua con sal para congelar el agua. 
En el siglo XVI muchos físicos y químicos experimentaron con diferentes mezclas refrigerantes en laboratorio.
En esta época era muy utilizado el éter como sustancia refrigerante.
Estas mezclas permitieron experimentos a bajas temperaturas y así, en 1715, 
utilizando una mezcla de nieve y nitrato amónico, Fahrenheit establecía el cero de su termómetro; en 1760 von Braun congeló el mercurio a -40?C, etc. 
En el siglo XIX numerosos científicos como: von Karsten en 1840, Hanemann en 1864, Rüdorff en 1869, Pfandler en 1875 y Brendel en 1892 estudiaron las leyes que rigen las mezclas frigoríficas, y las mezclas de hielo y sal común, que permiten disminuir la temperatura hasta -20?C, se emplearon corrientemente para congelar productos alimenticios, y todavía en 1904, Emilio Carbonell y en 1912, José Gres, registraron patentes españolas de mezclas refrigerantes para conservar alimentos. 
Estos métodos sin embargo, son discontinuos y de capacidad muy limitada, por lo que no se puede hablar de refrigeración hasta la invención de los métodos continuos, de dos tipos básicos: consumidores de trabajo y consumidores de calor.